¡Cuándo conocí el Campo Inmortal de Carabobo!

Circunstancias ajenas a nuestra voluntad, nos mantuvieron fuera de este blog por algún tiempo. Con satisfacción y renovados bríos, rogando el perdón a mis perseverantes lectores, volvemos a las redes. La imperecedera fecha de la Gesta Heroica en Carabobo, al cumplir su primer Bicentenario, hizo crecer las expectativas a los venezolanos de siempre, dado su trascendente significado histórico, el cual motivò mi memoria a recordar el detalle de cómo y cuándo, por primera vez, estuve allí.

Corría la primera mitad del año 1.955 en San Cristóbal, la pequeña y acogedora  capital del Estado Táchira, la cual entonces se encontraba, por vìa terrestre, más cerca a Bogotá, que la bien distante y poco conocida Caracas, la capital de Venezuela, “la de los techos rojos,” como coloquialmente le decían los admirados viajeros que de allá llegaban.

 Es el 07AGOSTO1.955, cuando el destino nos señala el rumbo a seguir;  en forma decidida, siendo un joven provinciano de diez y seis años, maletica en mano, espíritu optimista y mente clara, comenzamos a abrir trocha en la selva tupida de las limitaciones de aquella época, buscando superación, avance intelectual, formación profesional, siempre hacia adelante y hacia arriba (ver "El Camino del Recluta"). Atrás quedaron las calles empedradas y empinadas de mi lar nativo, la neblina permanente de las montañas andinas, el calor y el confort de mi humilde hogar, los amigos de mi barrio.

Habiendo recorrido en dos etapas de tortuoso camino, a Mérida primero y a Valera después, al final del tercer día de viaje, logramos arribar a la ciudad de Barquisimeto, capital del Estado Lara. Cubiertos con polvo de la carretera destapada, nuestro cuerpo reclama baño, comida y descanso. Al día siguiente corresponde agotar la cuarta y última etapa. Es 11AGOSTO1955; y para nosotros amanece muy temprano.

A la 06:00 horas estamos listos los cuatro pasajeros: Luis Ramón Contreras Laguado, Luis Alfonso Nieto Serrano, Porras  Reyes Contreras y el suscrito, todos con el mismo destino, ingresar a la Escuela Básica dentro de la Escuela Militar. Nuestro conductor, el señor Sixto Ontiveros, con su camioneta del Transporte “Nuevas Brisas”, como Buen Padre de familia, nos reúne para darnos la agenda del día, la cual se agotará, Dios Mediante, dijo, en la Ciudad Capital, Caracas, antes de la media noche. En la ruta vamos a conocer: el Campo de Carabobo y El Monumento a la Batalla Inmortal que selló  nuestra Independencia. Conoceremos de paso, el Lago y la Ciudad de Valencia, Maracay, Los Teques, Antímano y Caracas de noche, con sus “rascacielos”, avenidas y avisos luminosos.

Esplendoroso es el sol en la Llanura Inmortal. Ya en el sitio, sorprendido e impactado al ver aquella espectacular y majestuosa obra arquitectónica, en respetuoso silencio, paso a paso, sintiendo bien adentro la Venezolanidad, recordando memorables clases de Historia de Venezuela recibidas desde niño por insignes maestros, reviviendo encendidos párrafos escritos por Eduardo Blanco en su galardonada obra “Venezuela Heroica”, atónito, en mis ojos brota la emoción al leer en las placas de cada pedestal con el bronce de los valientes héroes, que lograron el triunfo con su hazaña inmortal, nunca suficientemente agradecida por nosotros.

A lado y lado de este imponente Altar de la Patria, todos los bustos sobre su pedestal, en espacioso diseño arquitectónico, lucen coronados por el Monumento Ecuestre en Homenaje a El Libertado y en lo más alto, flameando eternamente la Bandera Nacional.

Por otro lado, me detengo a observar la Llama Eterna, ardiendo siempre como tributo imperecedero al Soldado Desconocido; y el espectacular Arco de Triunfo, rubrica la reseña de cómo el Arquitecto con su mente prodigiosa interpreta la Batalla.

Ya al final del recorrido de esta prodigiosa obra que resume nuestra historia, profundamente conmovido, de pie, en solitario, en un punto ideal, decido apreciar con la vista, lentamente, en una vuelta  al horizonte,  la llanura que se extiende en los cuatro puntos cardinales, la cual fue como escogida por los Dioses, para que allí se sellara definitivamente y para siempre, nuestra Soberana Independencia.

 Absorto en la meditación profunda,  tal vez lleguemos a escuchar allí, a lo lejos, un sonoro clarín  que en agudas notas el corneta, transmite a lo Batallones las acciones a tomar en la Batalla que desde aquella loma, El Libertador ordena según el Plan, cuidadosamente diseñado. Pero  también podríamos ver, allà a lo lejos, un jinete con su uniforme azul de estreno, en su mano izquierda una bandera tricolor, en su mano derecha empuña un sable, su pecho ensangrentado, con un pañuelo escarlata en su cabeza, las riendas en sus dientes, al galope tendido, su caballo parece huir de la Batalla, pero nò, afanoso, con el sol de Carabobo en su espalda, busca a su Superior; y al encontrar a Páez, lanza un grito corajudo y postrero, “mi General, vengo a decirle adiós, porque estoy muerto”.

Así lo viví, así lo sentí y así lo cuento.

José A. Moreno Zambrano.

 

Comentarios

  1. Una descripción tan vívida enceguece la visión por la emoción. Quien no ha estado allí puede tener un panorama absolutamente preciso del lugar y todo lo que, para el venezolano, significa la gesta histórica de Carabobo. Gesta que, tal como lo describes, se plasmaron en textos ya empolvados una biblioteca pero fresca en la memoria de nuestros padres, abuelos y/o tíos que ayudan a mantenerla viva. Estoy tentada en hacer referencia al próximo pasado 24 de junio, pero la emoción del recuerdo histórico en mi memoria es mas fuerte que la tentación. Gracias mi querido José y esperemos por otro momento como ese pero diferente que nos lleve a una libertad mas plena y consciente. Gracias nuevamente.

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  2. Que maravilloso poder leerte y que orgullo saber que tienes tantas experiencias maravillosas
    Aplaudo desde mi corazón tu generosidad y dedicación para con todos nosotros al compartirlas y de forma magistral. Gracias tío de la vida te quiero y recuerdo inmenso

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